...en notas y reseñas publicadas por todo el mundo sobre Suehiro Maruo
(1956), uno de los mejores historietistas del Japón actual, lo que podría
parecer una de tantas simplificaciones hechas en occidente...Aunque se inició
en una revista de cómic sadomasoquista y siempre ha sido un dibujante
explícito, incómodo... y junto con algunos artistas más -el ejemplo más
notable es el de Kazuichi Hanawa, dibujante provocador y morboso con el que
Maruo trabajó, precisamente, en la reedición ya mencionada de las muzan-e-
ofrecen a los lectores no especializados, que somos casi todos, una versión
del arte de su país muy diferente de lo que acostumbramos llamar manga...Y, de
rebote, de la nuestra. Este otro Japón dibujado tiene, quiero decir,
numerosas conexiones con Occidente, pero menos con la ciencia ficción que con
Balthus y Nabokov, a quienes Maruo cita
explícitamente: menos con Osamu Tezuka y su Astroboy que con Nagisa Oshima y
El imperio de los sentidos. Y lo que incomoda a muchos es
precisamente lo diferente de Maruo, quien previsiblemente no se contiene al
dibujar coitos ("normales" y parafílicos), mutilaciones, asesinatos,
violaciones, canibalismo y más que aparece con frecuencia en sus historias,
pero en quien, sobre todo, puede verse aún la preocupación por el devenir de
su país luego del trauma de la posguerra y la ligazón, rara vez fácil de
comprender, que Oriente y Occidente han establecido entre sí, y que no se
reduce a un intercambio de tecnologías y de iconos. Las visiones de Maruo,
espantosas, totalmente personales, permiten atisbar una imagen de la
existencia en la que la carne sólo puede ofrecer mal y dolor, pero no a causa
de una perversidad intrínseca sino por una influencia siempre exterior,
siempre antigua, que a veces se manifiesta en el otro, el ajeno, el
incomprendido, y otras en las figuras de autoridad, desde padres hasta
gobernantes. La propensión a caer es connatural a la especie, o impuesta por
las fuerzas que nos sobrepasan y nos destruyen, pero además de no poder
evitarla, no caemos (parece decir Maruo) todos juntos ni a la misma velocidad:
así, la tragedia proviene siempre de lo
desigual.