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El escrito r VladĂmir Nabokov . ..
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ANTONIO MUĂ‘OZ MOLINA IDA Y VUELTA
Borrador de un sueño
ANTONIO MUĂ‘OZ MOLINA 30/01/2010
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En Lausana, en la habitaciĂłn del hospital en el que iba a morirse, entre el letargo de la fiebre y de las medicinas, VladĂmir Nabokov soñaba completa una novela y a veces creĂa que ya habĂa terminado de escribirla, y que se la leĂa en voz alta a un grupo de oyentes. Sus sueños habĂan sido siempre muy vĂvidos. El detallismo de su imaginaciĂłn visual se hace transparente en una escritura que elude con una especie de liviana maestrĂa la dificultad de las palabras para contar con precisiĂłn la realidad fĂsica, las vaguedades y las abstracciones del lenguaje. SegĂşn su biĂłgrafo, Brian Boyd, Nabokov "visualizaba una novela en su mente, completa de principio a fin, antes de ponerse a escribirla". Pero en Lausana, en la primavera y a principios del verano de 1977, su imaginaciĂłn de novelista y de entomĂłlogo era invadida por los malos sueños que anticipaban la muerte, y en sus momentos de lucidez comprenderĂa que la novela vislumbrada con tanta claridad ya no iba a llegar a existir. El cuerpo hinchado y dolorido por la enfermedad era su prisiĂłn. HabĂa contraĂdo una infecciĂłn hospitalaria que le inflamaba los bronquios, que le provocaba dolores insoportables en los dedos de los pies.
Un año antes, despuĂ©s de una primera estancia en el hospital, habĂa contado el sueño de la lectura en voz alta de la novela completa: en el interior de un jardĂn de altos muros, para una audiencia que incluĂa pájaros y gatos y a sus abuelos muertos hacĂa muchĂsimos años. El despertar desbarataba la felicidad y el alivio de haber terminado de escribir. En la vida diurna, la novela era un mazo descabalado de fichas de cartulina, idĂ©nticas a las que habĂa usado desde el comienzo de su vida de profesor en Estados Unidos: las fichas en las que se apuntaban notas y referencias bibliográficas, las que servĂan para catalogarlo todo en una Ă©poca muy anterior a la de las computadoras. A lápiz, con su letra pulcra, inclinada y picuda, Nabokov subdividĂa la escritura de cada una de sus novelas en el espacio breve y muy reglamentario de las fichas, y en cada una completaba un fragmento tan cerrado sobre sĂ mismo como un poema. El tamaño de la cartulina, su tenue rayado, parecen excluir la posibilidad del arrebato y del abandono, de desarreglo efusivo y estĂ©tico que Nabokov tanto detestaba: en cada ficha hay un principio y un fin, y la provisionalidad de lo escrito a lápiz añade un nuevo escrĂşpulo de control. Una palabra que no fuera justa podrĂa ser borrada sin rastro, sin el melodrama de las tachaduras de tinta sobre un papel más frágil que la cartulina y por lo tanto más propicio a ser desgarrado o estrujado (estrujando hojas de papel y tirándolas a la papelera despuĂ©s de arrancarlas de la máquina de escribir me imaginaba yo cuando era muy joven a los escritores).
Un tĂtulo, The Original of Laura , y ciento treinta y ocho fichas escritas a lápiz era lo que quedĂł de la novela que VladĂmir Nabokov habĂa soñado y estuvo escribiendo hasta poco antes de morir. A su mujer, Vera, le habĂa hecho prometerle que destruirĂa el manuscrito si a Ă©l no le daba tiempo a terminarlo. Pero quiĂ©n borra voluntariamente un rastro de la persona amada despuĂ©s de haberla perdido. Vera Nabokov no se decidiĂł a cumplir la promesa hecha a su marido y cuando ella tambiĂ©n muriĂł, en 1991, las fichas estaban guardadas en la caja fuerte de un banco. El tiempo acentuaba la leyenda. Que en alguna parte estuviera preservada una novela inĂ©dita de Nabokov de la que nadie sabĂa nada confirmaba la duraciĂłn de su presencia despuĂ©s de la muerte. Lolita, Pnin, Pálido fuego, Sebastian Knight, Habla, memoria habitan en la imaginaciĂłn de los lectores más allá de la materialidad del estilo y de las páginas escritas, en un reino propio que nos parece invulnerable al olvido, esperándonos siempre con toda su intacta verdad en cuanto abrimos de nuevo uno de esos libros.
Y sin embargo cuando vi en las librerĂas hará unos dos meses un recio volumen con el nombre de VladĂmir Nabokov y el bello tĂtulo de la novela con la que seguĂa soñando poco antes de morir no me sentĂ tentado de hojearlo, ni leĂ las reseñas que iban apareciendo. Me retenĂa algo que yo no sabĂa lo que era, un desagrado, una especie de pudor. El libro ha llegado a mi casa como un regalo, y ya no he tenido más remedio que abrirlo. Los editores lo han titulado "una novela en fragmentos": es verdad que son fragmentos, pero no que sea una novela. Más de treinta años despuĂ©s de la muerte de su padre Dmitri Nabokov ha recuperado las fichas de la cámara acorazada del banco suizo en el que estaban guardadas, y uno comprende que permanecieran en un sitio asĂ: el sitio del dinero, no el de la literatura. Cada página del libro contiene el facsĂmil de una de las fichas, y su transcripciĂłn. Para completar el aire de reliquia, las fichas pueden ser desprendidas de las páginas, y organizadas en el orden que uno quiera darles, como tal vez habrĂa hecho Nabokov.
El efecto, entre obsceno y lujoso, es de tristeza. Dmitri Nabokov invoca ejemplos clásicos de lo que llamĂł Milan Kundera testamentos traicionados: los herederos de Virgilio no quemando la Eneida, Max Brod preservando contra la voluntad expresa de Kafka los manuscritos de sus novelas inĂ©ditas. Pero en The Original of Laura sĂłlo hay ruinas, aunque de vez en cuando brille entre ellas el oro puro de un tesoro perdido. La hermosa novela ya construida en la imaginaciĂłn de Nabokov resulta ser una serie de ráfagas inconexas, como los sueños mal recordados despuĂ©s de una noche de fiebre. La reiteraciĂłn de lo familiar confirma la evidencia de un derrumbamiento. Hay una mujer de veinticuatro años tan delgada que su espalda parece la de un niño que se está bañando, y sus pechos los de una niña de doce; hay un padrastro sĂłrdido que ronda a la niña cuando la madre no está: su nombre es Hubert H. Hubert; hay un hombre muy gordo que huele mal y es humillado sexualmente por esa mujer muy delgada que se llama Flora y sobre la que alguien escribirá una novela llamándola Laura; hay unos hombros que emergen de un vestido sin tirantes y son tan blancos como el empeine revelado por unas babuchas de terciopelo negro. En una sola ficha cabe la horrenda tristeza de un encuentro sexual fracasado: la mujer muy joven sentada de espaldas sobre el regazo del marido gordo, mirando distraĂda hacia algo mientras salta rĂtmicamente sobre Ă©l para acabar cuanto antes, sin que se encuentren nunca las miradas, "como sapos, como tortugas". Un hombre embotado y enfermo imagina la dulzura de morir o de ir borrándose poco a poco a sĂ mismo como se borra una figura sobre una pizarra. De pronto una sola lĂnea inconexa alude a un paraĂso: Los toldos color naranja en los veranos del sur. Pero quizás Nabokov ya no soñaba una novela sino el borrador de una pesadilla.
The Original of Laura. VladĂmir Nabokov. Prefacio de Dmitri Nabokov . Knopf. 2009.
El escritor VladĂmir Nabokov- AP
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